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lunes, 23 de abril de 2018

Guadalcanal JOSE PINELO LLUL

(Cádiz, 1861 - Sevilla, 1922) “Guadalcanal”, 1903. Óleo sobre tabla. Firmado fechado y dedicado en el ángulo inferior izquierdo. Medidas: 30,5 x 36 cm; 52 x 58 cm (marco). La obra muestra el paisaje de Guadalcanal que es un municipio español de la Sierra Norte de la provincia de Sevilla.El presente ejemplo se puede relacionar con el costumbrismo español del siglo XIX. Tradicionalmente, la pintura y la literatura españolas del siglo XIX y XX se han interesado por las costumbres y los tipos populares. El mismo Sorrolla comentó “Quiero dar, siempre dentro del verismo de mi escuela, una representación de España; no buscando filosofías, sino lo pintoresco de cada región”. Esta corriente se extendió por todas las provincias de España siendo Andalucía la que mayor fama alcanzó en la representación de la vida popular. Por ello Este tipo de obras fueron muy habituales, y apreciadas, en el arte español desde el siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX. Donde se estilaba la creación de patrones populares retratados a través de una visión idílica donde el autor se encuentra influido por una estética y herencia romántica, desarrollado durante la segunda mitad del siglo XIX y que derivó en una concepción localista del paisaje, en obras que reflejaban el amor por la propia tierra y la belleza y el lirismo de lo cotidiano, lo cercano, lo conocido. Alumno de Eduardo Cano en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla hasta 1879. Pinelo LLul Viajó a Roma donde estudió junto al mestro Villegas. Volvió de Italia en 1881, alternando su producción como pintor de escenas realistas de género costumbrista con una creciente dedicación a la pintura de paisaje, práctica en la que influyó poderosamente su compañero Sánchez Perrier; una vertiente que con el paso del tiempo le convertiría en uno de los más activos divulgadores del trabajo paisajístico de la escuela de Alcalá de Guadaíra, pintando escenas del Guadalquivir, de Genil y otros parajes andaluces.En 1891 inicia Pinelo sus campañas americanas, logrando exponer ese mismo año en Brasil y Estados Unidos, y a partir de 1899 en Argentina, donde consiguió abrir un auténtico mercado de salida para la pintura española. Esa labor de difusión del arte español en América, como organizador de exposiciones, fue recompensada con un sillón en la Academia de San Fernando y con el nombramiento de caballero gran cruz de la Orden de Isabel la Católica en 1913 y de comendador de la Orden de Carlos III.

Valenciana Joaquín Agrasot i Juan

Joaquín Agrasot i Juan, (Orihuela, Alicante, 1837 – Valencia, 1919). “Valenciana”. Óleo sobre lienzo. Firmado en el ángulo inferior izquierdo. Medidas: 67 x 40 cm; 92 x 64 cm (marco). Agrasot inició su formación en su Orihuela natal, donde se le concedió una pensión de la Diputación de Alicante para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. Discípulo allí de Francisco Martínez Yago, ya en sus primeros años obtiene galardones, como la medalla de oro de la Exposición Provincial de Alicante en 1860. En 1863 se le concede una nueva pensión, esta vez para viajar a Roma, donde entró en contacto con Rosales, Casado del Alisal y Fortuny. Con este último establecerá estrechos lazos de amistad, viéndose su pintura profundamente influida por el estilo del pintor catalán. Envió periódicamente lienzos a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, en las que obtuvo tercera medalla en 1864 y segunda en 1867. Agrasot permanecerá en Italia hasta 1875; tras la muerte de Fortuny regresa a España, ya como pintor de reconocido prestigio.Fue miembro de las Academias de San Carlos y San Fernando, y participó como jurado en varias muestras artísticas. En 1886 recibe la medalla de arte de la Exposición Universal de Filadelfia, y en 1888 la segunda medalla en la Internacional de Barcelona. El estilo de Agrasot se enmarca dentro del realismo, interesándose especialmente por la temática de género y el costumbrismo regional. No obstante, siempre trabajó también el desnudo, la temática oriental y el retrato. Está representado en el Museo del Prado, el de Bellas Artes de Valencia, el MUBAG en Gravina (Alicante) y en la Academia de San Carlos de Valencia.

La Comunión EUGENIO LUCAS VELÁZQUEZ

Atribuido a EUGENIO LUCAS VELÁZQUEZ (Madrid, 1817 – 1870). “La Comunión”. Óleo sobre lienzo. Es pareja con el lote 35077612. 50 x 38 cm; 67 x 56 cm (marco). Mencionado desde el siglo XIX como Eugenio Lucas Padilla, o Eugenio Lucas el Viejo, fue el artista romántico español que mejor supo entender el arte de Goya. Formado en el neoclasicismo de la Academia de San Fernando, pronto da un giro a su formación y se dedica a estudiar a Velázquez y, sobre todo, a Goya, cuyas obras admira y copia en el museo del Prado. En la pintura de Goya, Lucas Velázquez halló el punto de partida para desarrollar una pintura personal imaginativa, de visiones fantásticas y pasiones desatadas, dentro del más puro estilo romántico. También de Goya toma la temática, y pintará escenas de la Inquisición, aquelarres, romerías y toros. Además pintó, en el año 1850, el techo hoy desaparecido del Teatro Real de Madrid, y más adelante fue nombrado pintor honorario de cámara y caballero de la orden de Carlos III por la reina Isabel II. Como buen romántico, realizó varios viajes, entre los que destacan sus estancias en Italia, Marruecos y París. Sus obras se caracterizan por la utilización de una pincelada briosa y de factura desenvuelta, sin preocupaciones dibujísticas, con una materia densa y empastada de gran riqueza cromática y con la presencia de fuertes claroscuros. Alcanzó gran éxito como pintor costumbrista y de escenas de carácter fantástico y siniestro, si bien es cierto que también fue un excelente paisajista y retratista. Su obra se halla muy bien representada en el museo del Prado, y también en otros centros como el museo de Bellas Artes de Bilbao, el museo Nacional de Arte de Cataluña, el museo Lázaro Galdiano, el Museo Británico, el Metropolitan de Nueva York y el museo Goya en Castres (Francia).

Sin título EUGENIO LUCAS VELÁZQUEZ

Atribuido a EUGENIO LUCAS VELÁZQUEZ (Madrid, 1817 – 1870). Sin título. Óleo sobre lienzo. Es pareja con el lote 35077613. 50 x 38 cm; 67 x 56 cm (marco). Mencionado desde el siglo XIX como Eugenio Lucas Padilla, o Eugenio Lucas el Viejo, fue el artista romántico español que mejor supo entender el arte de Goya. Formado en el neoclasicismo de la Academia de San Fernando, pronto da un giro a su formación y se dedica a estudiar a Velázquez y, sobre todo, a Goya, cuyas obras admira y copia en el museo del Prado. En la pintura de Goya, Lucas Velázquez halló el punto de partida para desarrollar una pintura personal imaginativa, de visiones fantásticas y pasiones desatadas, dentro del más puro estilo romántico. También de Goya toma la temática, y pintará escenas de la Inquisición, aquelarres, romerías y toros. Además pintó, en el año 1850, el techo hoy desaparecido del Teatro Real de Madrid, y más adelante fue nombrado pintor honorario de cámara y caballero de la orden de Carlos III por la reina Isabel II. Como buen romántico, realizó varios viajes, entre los que destacan sus estancias en Italia, Marruecos y París. Sus obras se caracterizan por la utilización de una pincelada briosa y de factura desenvuelta, sin preocupaciones dibujísticas, con una materia densa y empastada de gran riqueza cromática y con la presencia de fuertes claroscuros. Alcanzó gran éxito como pintor costumbrista y de escenas de carácter fantástico y siniestro, si bien es cierto que también fue un excelente paisajista y retratista. Su obra se halla muy bien representada en el museo del Prado, y también en otros centros como el museo de Bellas Artes de Bilbao, el museo Nacional de Arte de Cataluña, el museo Lázaro Galdiano, el Museo Británico, el Metropolitan de Nueva York y el museo Goya en Castres (Francia).

Marina Emilio Ocón y Rivas

Emilio Ocón y Rivas (Peñón de Vélez de la Gomera, Málaga, 1845 – Málaga, 1904). “Marina. Óleo sobre lienzo. Reentelado en los margenes. Presenta restauraciones y parches. Firmado en el ángulo inferior izquierdo. Medidas: 140 x 135 cm. En este lienzo el autor nos ofrece una amplia panorámica de las aguas del mar, cuyas olas rompen contra las rocas e incluso sobre el espectador ya que en primer plano una ola se acerca para romper más allá del lienzo. Destacan las tonalidades oscuras y sólidas que conforman la fluida mancha del agua, trabajada a base de pinceladas sueltas y dinámicas en una amplísima gama de tonos verdes, grises y ocres sobre los que destacan la oscuridad de las rocas situadas en la zona intermedia derecha, a un extremo, y un barco que se encuentra situado en el centro, y que el autor ha situado en la lejanía respecto al espectador, mostrando así una navegación que está a punto de volcar por el fuerte oleaje. Esta imagen de tensión y dramatismo que ofrece el barco se une a el movimiento violento de las olas y a un horizonte donde el cielo muestra una atmosfera vaporosa cercana a las condiciones atmosféricas propias de una tormenta. Esta imagen se aleja de las calmadas marinas de Emilio Ocon, realizadas durante sus primeras etapas, pero sin embargo presenta un tratamiento del paisaje cercano al cuadro la Última ola de 1893 y que encuentra en el Museo del Prado de Madrid. Pintor y restaurador de vidrieras, su especialidad fueron los paisajes marinos. Se convirtió en la cabeza de toda una generación de pintores malagueños dedicados a la pintura de marinas, entre los que destacaron Guillermo Gómez Gil y Ricardo Verdugo Landi. Comenzó su formación en la Escuela de Bellas Artes de Málaga, para luego continuar en la de San Fernando de Madrid, donde fue discípulo de Carlos de Haes. La Diputación Provincial de Málaga le concedió una beca para estudiar en La Haya, donde completa su formación con el pintor belga Cleiss. Participó en multitud de exposiciones nacionales e internacionales, y entre sus premios destacan la tercera medalla en la Nacional de 1871 y el galardón en la Universal de Viena de 1872. Recibió la Gran Cruz de Isabel la Católica y la Cruz de Cristo de Portugal, y fue profesor y catedrático de la Escuela de Bellas Artes de Málaga, así como miembro de la directiva del museo de la ciudad. Se conservan obras de Emilio Ocón en el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza y los Museos de Bellas Artes de Córdoba y Málaga.

Fiesta popular ANTONIO GISBERT PÉREZ

ANTONIO GISBERT PÉREZ (Alcoy, Alicante, 1834 – París, 1902). “Fiesta popular”. Óleo sobre tabla. Presenta repintes. Firmado en el ángulo inferior izquierdo. Medidas: 71 x 82 cm; 93 x 115 cm (marco). En esta obra Gisbert plasma una fiesta popular, donde varios ciudadanos participan en la misma, cantando, bailando o tocando algún instrumento. La obra es un reflejo de la sociedad de la época, siendo así cercana a la corriente costumbrista. Tradicionalmente, la pintura y la literatura españolas del siglo XIX y XX se han interesado por las costumbres y los tipos populares. El mismo Sorrolla comentó “Quiero dar, siempre dentro del verismo de mi escuela, una representación de España; no buscando filosofías, sino lo pintoresco de cada región”. Esta corriente se extendió por todas las provincias de España siendo Andalucía la que mayor fama alcanzó en la representación de la vida popular. Por ello Este tipo de obras fueron muy habituales, y apreciadas, en el arte español desde el siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX. Donde se estilaba la creación de patrones populares retratados a través de una visión idílica donde el autor se encuentra influido por una estética y herencia romántica, desarrollado durante la segunda mitad del siglo XIX y que derivó en una concepción localista del paisaje, en obras que reflejaban el amor por la propia tierra y la belleza y el lirismo de lo cotidiano, lo cercano, lo conocido. La estética de la obra es de carácter romántico ya que presenta tipos populares de manera idealizada. Antonio Gisbert fue un pintor español de temática histórica, activo durante la transición entre el romanticismo y el realismo. Estudió en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y, posteriormente, en Roma y París. Representa una tendencia pictórica propia de la segunda mitad del siglo XIX: la pintura de grandes acontecimientos en relación con la historia nacional. Es la llamada “pintura de historia” o “realismo retrospectivo”, que pretende representar con realismo y veracidad de cronista hechos del pasado histórico del país. También fue célebre por sus retratos, destacando los conservados en el Congreso de los Diputados. Asimismo, fue director del Museo del Prado entre 1868 y 1873, año en que se trasladó definitivamente a París. En el corto periodo de seis años –cuatro convocatorias de la Exposición Nacional de Bellas Artes–, Gisbert obtuvo tres medallas de oro casi consecutivas: en 1858 (obra remitida desde Italia), 1860 y 1864. La suya es una pintura ajustada, de perfecto dibujo y hábil puesta en escena. En su carrera tuvo una especial importancia su amistad con el duque de Aosta, futuro Amadeo I, a quien Gisbert retrató en dos ocasiones, convirtiéndose en poco menos que en pintor áulico. Su perfil artístico presenta dos fases bien diferenciadas. La primera pertenece a su etapa madrileña y como pensionado en Roma, y se caracteriza por obras históricas de carácter reivindicativo. La segunda corresponde a la época de París, la más larga, durante la cual desarrolló una pintura galante, amable y anecdótica, más colorista y luminosa pero carente ya de compromiso social. Antonio Gisbert está actualmente representado en el Museo del Prado, el Casón del Buen Retiro, los Museos de Bellas Artes de Alicante y Bilbao y en el de Historia Mexicana, entre otros.

Sin título ANTONI TÀPIES PUIG

ANTONI TÀPIES PUIG(Barcelona, 1923 - 2012). “Sin título”, ca. 1971. Técnica mixta sobre piel. Intervención plástica sobre unas tapas de piel de un libro antiguo. Firmado. Medidas: 32 x 51,5 cm; 58,5 x 75,5 cm (marco). El simbolismo místico de Tàpies se palpa en cada una de sus creaciones. En estas cubiertas de libro, ya de sí impregnado de religiosidad, el artista estampó sus cruces y símbolos, con los que construyó su particular universo paralelo, asociado a lo arcano y a la existencia, a la vida y la muerte. Junto a la cruz de color rojo, las letras A y la T, caracteres con múltiples resonancias: iniciales de su nombre y de su mujer Teresa respectivamente, pero también aluden a la cruz, al dolor, al sufrimiento, a lo huidizo de la existencia, pero también al pálpito de lo eterno atrapado en la materia. Antoni Tàpies se inicia en el arte durante la larga convalecencia de una enfermedad pulmonar. Progresivamente se dedicará con mayor intensidad al dibujo y a la pintura, y finalmente deja sus estudios de Derecho para dedicarse por completo al arte. Cofundador de “Dau al Set” en 1948, empieza a exponer en los Salones de Octubre de Barcelona, así como en el Salón de los Once celebrado en Madrid en 1949. Tras realizar su primera muestra individual en las Galerías Layetanas, viaja a París en 1950, becado por el Instituto Francés. En estos años inicia su participación en la Bienal de Venecia, expone de nuevo en las Layetanas y, tras una muestra en Chicago, en 1953 expone de forma individual en la galería neoyorquina de Martha Jackson. Desde entonces se sucederán sus muestras, tanto colectivas como individuales, por todo el mundo, en destacadas galerías y en museos como el Guggenheim de Nueva York o el de Arte Moderno de París. Desde los años setenta se le han dedicado antológicas en Tokio (1976), Nueva York (1977 y 2005), Roma (1980), Ámsterdam (1980), Madrid (1980), Venecia (1982), Milán (1985), Viena (1986) y Bruselas (1986). De formación autodidacta, Tàpies ha creado un estilo propio dentro del arte de vanguardia del siglo XX, en el que se combinan la tradición y la innovación dentro de un estilo abstracto pero lleno de simbolismo, dando gran relevancia al sustrato material de la obra. Cabe destacar el marcado sentido espiritual dado por el artista a su obra, donde el soporte material trasciende su estado para significar un profundo análisis de la condición humana. La obra de Tàpies ha tenido una gran valoración a nivel internacional, estando expuesta en los más prestigiosos museos del mundo. A lo largo de su carrera ha recibido numerosos premios y distinciones, entre los que cabe destacar el PraemiumImperiale de Japón, el Nacional de Cultura, el Gran Premio de Pintura en Francia, el de la Fundación Wolf de las Artes (1981), la Medalla de Oro de la Generalitat de Cataluña (1983), el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (1990), la Medalla Picasso de la Unesco (1993) y el Premio Velázquez de Artes Plásticas (2003). Gran defensor de la cultura catalana, de la que está profundamente imbuido, Tàpies es un gran admirador del escritor místico Ramón Llull, así como el románico catalán y de la arquitectura de Gaudí. A la vez, aprecia el arte y la filosofía orientales, que como su propia obra diluyen la frontera entre materia y espíritu, entre hombre y naturaleza. Influido por el budismo, muestra en su pintura cómo el dolor, tanto físico como espiritual, es algo inherente a la vida. Antoni Tàpies está representado en los principales museos de todo el mundo, como la fundación que lleva su nombre en Barcelona, el Reina Sofía de Madrid, los Guggenheim de Berlín, Bilbao y Nueva

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